Uno de los
dones más trascendentes que tenemos los seres humanos es nuestra
capacidad para hablar. Hemos sido dotados del poder de la palabra y con
ella influimos en otros para lograr objetivos de beneficio común o para
alcanzar metas personales. Sin embargo son pocos quienes logran
comprender el alcance, los beneficios de desarrollar lo que podríamos
denominar “El poder de la Oratoria”. No es por casualidad que tantos
importantes líderes que ha conocido la humanidad tenían entre sus
mejores atributos una oratoria destacada.
En términos básicos, se entiende por
Oratoria, el conjunto de habilidades y actitudes que le permiten a una
persona expresarse de manera elocuente y persuasiva, especialmente
frente a grupos. Cualquier estudiante, vendedor, líder o docente,
requiere potenciar estas capacidades si desea tener éxito. Y es que el
dominio de la oratoria trae numerosos beneficios: nos permite vender
mejor nuestras ideas, mejorar las relaciones y ganar el respeto y la
cooperación de los demás.
Un buen orador debe saber manejar su voz
y poder expresarse con claridad, sencillez, concisión, coherencia,
fluidez, naturalidad, belleza e impacto. Hablar con claridad, significa
tener las ideas claras antes de expresarlas. La sencillez se refiere al
uso de un lenguaje comprensible para todos. La concisión tiene que ver
con decir lo esencial, con pocas y precisas palabras. La coherencia se
relaciona con mantener el hilo temático y no desviarse del tema
principal.
En cuanto a la fluidez, quiere decir
presentar las ideas de manera corrida, sin pausas largas o muletillas,
que revelen inseguridad o escaso vocabulario. La naturalidad se
relaciona con desplegar una expresión espontánea sin artificios,
afectaciones, fingimientos o poses. La belleza o elegancia expresiva, se
propone dotar la expresión de condimentos, de agregados como
entonaciones, metáforas o adjetivos, que le den un cierto atractivo al
discurso y produzcan en el oyente el deseo de escuchar más. Y el
impacto, se refiere a lograr dejar huella en el público, destacar al
punto de poder ser recordado luego de finalizar la exposición, ya sea
por el tema, la imagen, los conocimientos, el vocabulario, el sentido
del humor, la cultura, la versatilidad o la simpatía.
El talento, el conocimiento y la
experiencia, son tres comodines muy valiosos en el arte de hablar en
público. Aunque existen también aspectos psicológicos que deben
considerarse: el buen orador debe querer serlo, confiar en sí mismo,
saber usar la voz, disponer de un amplio vocabulario y saber
relacionarse con el público.
A manera de resumen, diremos que hablar
en público es un don de pocos, no porque no sea un potencial extendido,
sino porque pocos se dedican a desarrollar esas potencialidades y tienen
la paciencia para ver la semilla del esfuerzo germinar en el momento en
que así corresponda.
Si desea aprender a expresarse
adecuadamente en público, le recomiendo leer mi libro “El Poder de la
Oratoria” en su nueva edición.
El Dr. Renny Yagosesky es Ph.D en Psicología, Conferencista y Escritor
Twitter e Instagram: @doctorrenny
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