Deja de Juzgar
Cuando estamos juzgando a otra persona, es decir, cuando tenemos creencias sobre sus conductas o emitimos alguna observación sobre su valor, lo más probable es que estemos equivocados.
No sabemos con certeza qué le está ocurriendo a esa persona, ni cuáles son las motivaciones profundas que le hacen actuar de esa manera.
Es curioso como casi sin apenas conocernos a nosotros mismos, como
podemos llegar a captar como son los demás, ahora bien, la gran mayoría de los
juicios que realizamos son de crítica negativa, entonces este
hábito de juzgar o criticar
negativamente se convierte en un proceso que en definitiva es un juego de
distracción que consiste en ver muchas cosas en los demás que me evita poner
mejor la atención en mí y en mis cosas.
Te voy a decir
algo muy claro y a la vez importante que quiero que lo recuerdes siempre: “La
persona que se acepta y se ama a sí misma, pierde el interés de juzgar a los
demás”.
Un juicio de
valor es tranquilizador porque nos hace creer que existe un conocimiento que
poseemos con el que “analizamos a la otra persona ó situación”, y así generamos
una falsa sensación de paz que nos impide llegar a un saber verdadero. Al
parecer las personas no toleramos el no saber, frente a ese vacío de
conocimiento, si no obtenemos información lo llenamos con nuestra imaginación.
La falta de conocimiento del tema se complementa con creencias, suposiciones,
imaginación, etc… Es por eso que las criticas son tan
destructivas.
Suele ocurrir
que las personas que están en proceso de desarrollo personal e inclusive
espiritual, en forma consciente, se comparen con otros que están también
encaminados hacia esos objetivos de trascendencia, y al hacerlo suelen aparecer
todo lo que se intenta superar: competencia, obsesión desenfrenada por obtener
determinados resultados vinculados al concepto de éxito, apegos e
identificaciones con objetos o pertenencias materiales, roles fijos de
comportamiento, falsas ideas del yo, etc.
La competencia
surge de una comparación con otra persona y conduce a la rivalidad y la
rivalidad inexorablemente nos lleva a un estado de guerra, guerra que primero
se forjó en el interior de la persona y que inevitablemente se materializará en
el mundo exterior de alguna forma: discusión verbal, enfrentamiento físico, conspiración
social y llevado a un plano más profundo implica la lucha con armas poderosas.
Existe una ley
básica en el Universo que sostiene que todo proceso una vez iniciado se
profundiza, torcer esa frecuencia vibratoria supone gran trabajo, el movimiento
tiene su propio principio de inercia, comúnmente se llama tendencia.
Observar la tendencia
nos permite adelantarnos al resultado final de ese proceso.
En este sentido
tener un pensamiento de hostilidad hacia otra persona deriva en el acto de
dañar a esa persona de alguna forma.
Lo mismo ocurre
cuando estamos viviendo un proceso de autoconocimiento, al que llamamos
espiritual, solemos trasladar la forma de comprensión de la realidad del mundo
captadas únicamente con nuestra racionalidad y la aplicamos. Así juzgamos los
caminos espirituales de otros y, al hacerlo, intentamos colocarnos en un plano
superior.
Todo juicio
supone ubicarse por encima, porque sólo desde arriba podemos ver el panorama
completo. Si estuviéramos en un plano alto habríamos superado la dualidad o
polaridad.
Por eso cuando
escucho que alguien juzga el nivel evolutivo de otra persona no me hace sentir
bien. Quién sabe qué sentido tiene la vida del otro en este mundo. Sin dualidad
no hay vida en el planeta tierra y sabemos muy poco qué funciones cumplimos
cada uno de los que estamos aquí para que este gran plan del Universo se lleve
a cabo. La prueba está en que los humanos afectamos el ecosistema haciendo
desaparecer especies que cumplen funciones. Todo tiene un sentido o una tarea específica
en el plan. Y no estamos capacitados en el nivel de conciencia en
el que nos encontramos para juzgar el camino de los otros.
Si observamos
nuestra propia vida o la vida de los otros entenderemos que las experiencias
consideradas dolorosas tienen un sentido muy importante, son parte de un camino
que sin transformación convierte a las personas en semi-humanos.
Se dice que la
tierra es un planeta escuela y que todo esto es un juego del que nos reiremos
cuando nos despertemos. Nos tomamos demasiado en serio los personajes que nos
toca interpretar y competimos, nos enojamos, nos ofendemos o rivalizamos y
juzgamos. No sabemos quién es el otro del mismo modo en que tampoco sabemos
quiénes somos realmente nosotros. Si lo supiéramos y no nos identificaríamos
con el personaje externo del mundo, no juzgaríamos la exterioridad del
personaje que vemos en el otro.
Alguien puede
creer que está por encima de esa persona simple que no tiene la menor idea de
lo que es un camino espiritual. Pero a lo mejor el corazón de esa persona está
más limpio que el de quien la juzga. El acto de juzgar es una
operación de la mente racional o inteligencia
lógica. Y la mente racional no la podemos seguir usando
para todo, debe ser integrada con otras formas de comprensión de lo que nos
rodea, o sea, de otras inteligencias.
Quizá lo más
difícil sea aprender a vivir en la incertidumbre del no saber, soportar el
hecho de no llenar el vacío del desconocimiento con nuestras operaciones
mentales, imaginaciones, juicios de valor o desvalor.
EDU LOPEZ
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