El papel de la confianza en el éxito económico
La confianza en uno mismo siempre es
mencionada como un atributo deseable para las personas. Se destaca la
importancia de fomentarla entre los niños y de crear condiciones que nos
permitan mantenerla a lo largo de la vida, haciéndo hincapié en su
importancia para tomar decisiones.
Pero más allá de señalarlo, ¿qué
evidencia existe respecto de cómo impacta la confianza en nuestras
decisiones, particularmente en aquellas relacionadas con nuestra vida
económica y financiera?
En un ensayo publicado en abril pasado
por el Journal of Economic Behavior and Organization, el investigador
Christo A. Pirinsky del Departamento de Finanzas de la Universidad
George Washington de Estados Unidos publicó los resultados de una
investigación construida a partir de medir en 12 países cómo la
confianza se relaciona con las actitudes económicas de las personas.
Sus conclusiones son que las personas
que exhiben mayores niveles de confianza tienden a presentar actitudes
que asumen mayor nivel de riesgo y mayor capacidad de emprendimiento;
presentan una mejor actitud ante entornos en los que enfrentan
competencia y son más proclives a crear relaciones y a involucrarse en
situaciones de cooperación e interacción entre personas para alcanzar
fines económicos comunes.
Asimismo, aunque no es un tema
relacionado directamente con lo económico existe, de acuerdo con el
estudio, una clara correlación entre los niveles de confianza y la
felicidad que sienten las personas.
El estudio destaca que aunque existen
variaciones entre países en cómo se presenta y se manifiesta la
confianza, ésta disminuye conforme aumenta la edad y se acrecienta con
el nivel educativo de las personas.
Existen, sin embargo, dos temas que
pueden resultar contradictorios. El primero es que la confianza llevada
al extremo muestra evidencia de incidir negativamente en la conducta
económica.
Es peligrosa
la confianza excesiva
Las personas con una confianza excesiva
en su capacidad para enfrentar la adversidad tienen tendencia, por
ejemplo, a tomar riesgos excesivos en lo financiero y a tener una menor
propensión al ahorro.
Es como si en el extremo, una confianza
desmedida en mí mismo me hiciera erróneamente pensar que puedo enfrentar
cualquier escenario económico adverso y que no requiero prever mediante
el ahorro mi futuro porque mi capacidad me sacará adelante.
Del otro lado, la confianza excesiva
provoca una sobreestimación en las capacidades de análisis de ciertas
situaciones y ello puede llevar a tomar decisiones financieras
incorrectas o demasiado arriesgadas.
Ante ello, ¿es buena o mala la
confianza? Claramente, la confianza es un atributo favorable que
conviene propiciar y desarrollar. Nutrir la confianza en nuestros hijos
es evidentemente un proceso indispensable que les permitirá llevar una
vida independiente más sana.
Sin embargo, la confianza debe estar
referida al desarrollo de capacidades concretas y al entendimiento de
los retos y, en su caso, peligros que pueden acecharnos en el entorno.
No debe ser confundida con una confianza ciega que nos haga suponer
poseedores de conocimientos o capacidades infalibles, o de sortear sin
preparación contingencias inciertas o seguras que el futuro económico
nos depara.
Sólo reconociendo las limitaciones de
información y capacidad de acción que tenemos y enfrentamos los
problemas (adquiriendo de manera consciente las herramientas de
educación e información necesarias) y reconociendo la enorme complejidad
de riesgos que nos rodean, podemos prepararnos para resolver los retos
económicos y financieros que potencialmente afecten nuestra vida y la de
nuestras familias.
El Economista
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