¿Está usted en equilibrio?
Al perder la ecuanimidad, nos
convertimos en prisioneros de emociones negativas, perturbadoras e
improductivas. Los estímulos para caer en esa trampa son muchos,
incluyendo el hecho de estar rodeados de quienes ya la perdieron y ahora
intentan sumar socios a su club de desequilibradores del ambiente
laboral.
¿Cómo mantener un sano estado de equilibrio?
Un buen indicador de ese
equilibrio es disfrutar de una energía especial que permite emprender
tareas con entusiasmo, irradiar una actitud positiva ante los desafíos, y
ser incluso benevolentes para trascender a la mezquindad y a los
ataques de los necios. Implica poseer el coraje de renunciar a demostrar
que se tiene la razón en situaciones de poca valía, ocasionadas por los
que vuelan bajo. Eso sí, tal condescendencia jamás llega al extremo de
ponerle precio a los valores e ideales.
Una mente equilibrada es receptiva a
nuevas ideas, es empática para comprender antes de juzgar, decide
tomando en cuenta su impacto en otros y se sustenta en un sólido
concepto de dignidad, el cual conecta principios con conductas. La
ecuanimidad facilita tomarse el tiempo para decidir con sabiduría, evita
precipitaciones y permite aceptar a los demás apreciando lo bueno que
tienen y dispensando sus carencias. Bien se sabe que quienes se
concentran en ver las falencias ajenas se desacostumbran de ver sus
propias virtudes.
Normalmente las personas que exhiben un
balance integral y mesura, también destacan por su fuerza espiritual, el
apego a principios y el compromiso de hacer el bien a sus colegas en la
organización. No se dan permiso para padecer de resentimientos, pues
conocen que en ellos nacen la ira, la tristeza, el miedo y la
frustración, grandes venenos de las relaciones. Se gobiernan a sí mismas
y decretan que siempre reaccionarán con serenidad, mientras las
circunstancias lo permitan. Con esa fuerza, evitan estar a merced de
negativismos externos.
Los equilibrados esperan poco de otros y
se ocupan más de dar que de recibir. Están concentrados en aportar y en
construir, no en obligar a sus colegas a ser recíprocos a sus buenas
intenciones. Con este desprendimiento elevan sin cesar su nivel de
desempeño, el volumen de su trabajo y la disposición de redoblar
esfuerzos si el equipo lo necesita. Por eso, las personas equilibradas
suelen ser muy productivas, pese a la envidia de quienes no han
entendido siquiera, su propósito de vida y se enfrascan en pequeñeces.
Como no esperan nada de otros, no sufren de frustraciones al ver
insatisfechas sus expectativas.
La determinación para procurar el
equilibrio se sustenta en el respeto a uno mismo y al prójimo, así como
en la humildad para rectificar rumbos cuando la inestabilidad nos hace
dudar, de si en verdad somos o estamos equilibrados.
¿Lo está usted?
Por Germán Retana –
Profesor Incae Business School
No hay comentarios:
Publicar un comentario