Durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania intentó
conquistar Gran Bretaña por medio de implacables ataques aéreos.
A pesar de la intensidad de los bombardeos, Gran Bretaña resistió
y finalmente logró cambiar el resultado de la guerra.
Uno de los hacedores de este triunfo fue Sir Robert
Watson-Watt, que inventó un sistema de radar que anticipaba los ataques,
informando de los vuelos enemigos cuando sobrevolaban el territorio francés.
No se podían evitar los aviones enemigos, pero sí
anticiparse.
Los pilotos de RAF tenían el suficiente tiempo como para
ir a su encuentro y eliminarlos.
Cuando la solución perfecta es imposible y la segunda
mejor no se alcanza a tiempo, la tercera es la que vale y la que hay que
adoptar con urgencia.
El exitoso Watson-Watt llamó a este procedimiento “el
culto de lo imperfecto”.
“Lo mejor es enemigo de lo bueno”, sostenía Voltaire,
repitiendo a Montesquieu.
La solución perfecta no existe.
En la vida personal o profesional y en los negocios,
muchas veces no queremos renunciar a la perfección y caemos en la falacia de
Nirvana.
Creemos que podemos llegar a la perfección, sin registrar
que estamos perdiendo tiempo, dinero y la oportunidad de soluciones
imperfectas, pero muy eficaces.
La falacia del Nirvana es un error del razonamiento
lógico que descarta los argumentos o soluciones que no cumplen con un ideal y;
por lo tanto, se perciben como no perfectos.
Al comparar una solución realista con una solución ideal
se invalida la primera, sin aceptar que puede ser la más eficaz comparada con
las alternativas.
No reconocer a tiempo esta falacia puede conducir a
cometer graves errores de evaluación y a tomar pésimas decisiones.
“Un diamante con una falla es mejor que un guijarro sin
ninguna”.
— Confucio —
Identificando la falacia
La falacia del Nirvana es una forma del bien conocido
perfeccionismo.
El término fue inspirado en un trabajo de Harold Demsetz,
profesor de economía en la Universidad de California, que distinguía las
soluciones realistas sobre las idealizadas.
La falacia consiste en creer en la perfección y no
aceptar la realidad de soluciones imperfectas, aunque igualmente efectivas.
Advertir cuándo estamos sosteniendo esta falacia nos
ayudará a tener un pensamiento más realista.
No debemos imponernos falsas dicotomías, son un peligro.
Los que buscan la perfección, maximizando los resultados,
son temerosos y se frustran.
Al final, terminan perdiendo contra los más optimistas,
que se dan por satisfechos con una solución apta, aunque no sea perfecta.
El perfeccionismo es miedo a cometer errores.
En él está la causa del mayor fracaso: no empezar, no
avanzar.
Cómo evitar la trampa del perfeccionismo
No nos ayuda en nada proponernos metas ideales o poco
realistas.
Ni caer en la fatal dicotomía del todo o nada.
Las negociaciones y concesiones son una parte natural del
proceso y no deberíamos desanimarnos por ellas.
Siempre es preferible la acción con una solución
imperfecta que el estancamiento esperando el momento ideal.
No hay otro progreso que el de los pequeños incrementos.
“Apuntar a la excelencia, motiva. Apuntar al
perfeccionismo, desmoraliza”.
—Harriet Braiker—
No hay comentarios:
Publicar un comentario